MATILDA. ROALD
DAHL
“-Papá
-dijo-, ¿no podrías comprarme algún libro?
-¿Un
libro? -preguntó él-. ¿Para qué quieres un maldito libro?
-Para
leer, papá.
-¿Qué
demonios tiene de malo la televisión? ¡Hemos comprado un precioso televisor de
doce pulgadas y ahora vienes pidiendo un libro! Te estás echando a perder,
hija...
Entre
semana, Matilda se quedaba en casa sola casi todas las tardes. Su hermano,
cinco años mayor que ella, iba a la escuela. Su padre iba a trabajar y su madre
se marchaba a jugar al bingo a un pueblo situado a ocho millas de allí.
La
señora Wormwood era una viciosa del bingo y jugaba cinco tardes a la semana. La
tarde del día en que su padre se negó a comprarle un libro, Matilda salió sola
y se dirigió a la biblioteca pública del pueblo. Al llegar, se presentó a la
bibliotecaria, la señora Phelps. Le preguntó si podía sentarse un rato y leer
un libro. La señora Phelps, algo sorprendida por la llegada de una niña tan
pequeña sin que la acompañara ninguna persona mayor, le dio la bienvenida.
-¿Dónde
están los libros infantiles, por favor? -preguntó Matilda.
-Están
allí, en las baldas más bajas -dijo la señora Phelps-. ¿Quieres que te ayude a
buscar uno bonito con muchos dibujos?
-No,
gracias -dijo Matilda-. Creo que podré arreglármelas sola.
A
partir de entonces, todas las tardes, en cuanto su madre se iba al bingo,
Matilda se dirigía a la biblioteca. El trayecto le llevaba sólo diez minutos y
le quedaban dos hermosas horas, sentada tranquilamente en un rincón acogedor,
devorando libro tras libro. Cuando hubo leído todos los libros infantiles que
había allí, comenzó a buscar alguna otra cosa.
La
señora Phelps, que la había observado fascinada durante las dos últimas
semanas, se levantó de su mesa y se acercó a ella.
-¿Puedo
ayudarte, Matilda? -preguntó.
-No sé
qué leer ahora -dijo Matilda-. Ya he leído todos los libros para niños.
-Querrás
decir que has contemplado los dibujos, ¿no?
-Sí,
pero también los he leído.
La
señora Phelps bajó la vista hacia Matilda desde su altura y Matilda le devolvió
la mirada.
-Algunos
me han parecido muy malos -dijo Matilda-, pero otros eran bonitos. El que más
me ha gustado ha sido El jardín secreto. Es un libro lleno de misterio. El
misterio de la habitación tras la puerta cerrada y el misterio del jardín tras
el alto muro.
La
señora Phelps estaba estupefacta.
-¿Cuántos
años tienes exactamente, Matilda? -le preguntó.
-Cuatro
años y tres meses.
La
señora Phelps se sintió más estupefacta que nunca, pero tuvo la habilidad de no
demostrarlo.
-¿Qué
clase de libro te gustaría leer ahora? -preguntó.
-Me
gustaría uno bueno de verdad, de los que leen las personas mayores. Uno famoso.
No sé ningún título.
La
señora Phelps ojeó las baldas, tomándose su tiempo. No sabía muy bien qué
escoger.
¿Cómo
iba a escoger un libro famoso para adultos para una niña de cuatro años? Su
primera idea fue darle alguna novela de amor de las que suelen leer las chicas
de quince años, pero, por alguna razón, pasó de largo por aquella estantería.
-Prueba
con éste -dijo finalmente-. Es muy famoso y muy bueno. Si te resulta muy largo,
dímelo y buscaré algo más corto y un poco menos complicado.
-Grandes
esperanzas -leyó Matilda-. Por Charles Dickens. Me gustaría probar.
-Debo
de estar loca -se dijo a sí misma la señora Phelps, pero a Matilda le comentó-:
Claro que puedes probar."
Feliz fin de semana!!!!!!!!!!!!!!!
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